Talleres de Constelaciones familiares

Las Constelaciones familiares son una herramienta de desarrollo personal creada por Bert Hellinger, aunque encuentra raíces e interpretaciones de la mano de Anne Ancelin Schützenberger, con su Psicogenealogía, o de Alejandro Jodorowski, y su Psicodrama.
 

Su objetivo es traer al consciente el origen inconsciente de los “conflictos” que experimentamos en nuestra vida. Y del mismo modo que nosotros tenemos nuestro inconsciente, también existe un inconsciente familiar que rige cada familia. Unas normas, unas reglas, verbalizadas o no, que tenemos que respetar, MIENTRAS SOMOS NIÑOS, si queremos formar parte de esta familia y recibir amor y protección…
 

Y allí es donde empieza la pérdida de nuestra pureza como ser único: bien pronto entendemos que para “encajar” en nuestra familia disfuncional (y todas lo son), tenemos que “vendernos” y respetar esas normas que, a menudo, van en contra de nuestra propia naturaleza.
 

Ese comportamiento de supervivencia marca nuestros primeros años de vida y formará una impronta inconsciente, compuesta de miedos y creencias limitantes, que iremos repitiendo a lo largo de nuestra vida en nuestras relaciones fuera de la familia: en el trabajo, en la pareja, con nuestros hijos, pero, sobre todo, en nuestra relación con nosotros mismos.
 

Y si a eso le añadimos que también existen un inconsciente para cualquier grupo al que pertenecemos (amigos, empresa…), un inconsciente colectivo religioso, otro regional, otro nacional, y otro como Humanidad… ¿Dónde hay sitio para nosotros mismos? ¿Para nuestra unicidad? Sobrevivimos en vez de vivir.
 

Las constelaciones, que son mucho más que familiares desde mi perspectiva, muestran en este preciso instante la situación que tenemos delante, sin tapujos, tal cual es. Muestran las implicaciones transgeneracionales que tiene, porque cualquier hecho (conocido o no) que haya ocurrido en el pasado de la familia va a tener consecuencias en las generaciones futuras si no se asiente. Y aquí digo asentir, y no perdonar, porque no hay nada que perdonar. Los juicios y el derecho (equivocado) a juzgar dentro de la familia son justamente los causantes de las disfunciones que vivimos en nuestro presente.
 

Aquí no se trata de juzgar. No se trata de saber “quién hizo qué”, sino de preguntarse “cómo reacciono a lo que pasó, cómo lo juzgo, y cómo me limita”. Es un primer paso en el camino hacia nuestro interior y nuestro Ser.

Lo importante es uno mismo. Estamos en el centro de todo, porque solo podemos cambiar nosotros mismos.

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