Acerca de mí

Retrato

Me llamo Johan Defrance y nací en el Norte de Francia el 3 de diciembre de 1981 antes de que mi camino de vida me lleve hasta España, donde vivo actualmente.

Muy temprano sentí cierta curiosidad por el aspecto psicológico de las cosas, o por lo menos por algo que va más allá de la simple realidad “visible”.

Fue más tarde, en 2010, cuando se produjo mi primer encuentro con el mundo de las “terapias alternativas”; mi formación en Reiki, en Constelaciones familiares, y luego en Rebirthing ofreciéndome un primer contacto con mi mundo interior.

Sin embargo, todas estas técnicas, sea cual sea su nombre, no son más que herramientas… que pueden resultar inútiles si la persona NO ASUME SU RESPONSABILIDAD.

Me llevó un tiempo darme cuenta de ello.

Sea a través de mi propia experiencia, o durante los talleres de Constelaciones que organicé, me di cuenta de que, por una parte, todos tendemos a echar la responsabilidad a los demás, y a no ser sinceros que nosotros mismos. En este sentido las Constelaciones, al igual que cualquier otra técnica, son una trampa en la cual el mental/el ego nos da la ilusión de avanzar.

Por otra parte, la mayoría de nosotros seguimos creyendo que existe una “terapia” que nos va a traer la solución a nuestros problemas, como una píldora mágica. Multiplicamos entonces las técnicas, los talleres, vamos de un terapeuta a otro, nos volvemos “adictos” a las terapias… Perdemos nuestro tiempo y energía en buscar fuera una solución que sólo existe dentro. Creemos que modificar nuestro mundo exterior aliviará nuestro mundo interior, pero el camino es inverso: es adentrándonos en nuestro interior y sanando nuestras heridas que cambiará lo que vemos afuera.

PRIMERO HACIA DENTRO, LUEGO HACIA FUERA.

Como es adentro es afuera como es arriba es abajo
91ae271dd93468beb809dc83e15cc157

El verdadero trabajo dura toda la vida, supone sinceridad, constancia, voluntad y coherencia. Tenemos que estar dispuestos a mirar nuestros miedos más profundos a los ojos, a abrazar nuestra “oscuridad”.

No puede tratarse de un trabajo aislado, sino que debe de inscribirse en un proceso duradero en el cual la persona es totalmente responsable y se hace cada vez más autónoma.

Autónoma porque la actividad de “terapeuta” no tiene nada que ver con el aspecto meramente mercantil y lucrativo que tiene ahora mismo. Prefiero hablar de “acompañante”, una persona “al servicio” de los demás, que comparte su propia experiencia, sin buscar convencer, sin crear dependencia y recordando a la persona que sólo a través de la vivencia y de su observación tiene el poder de crecer.

LA TEORÍA COBRA TODO SU SENTIDO Y SE CONVIERTE EN CONOCIMIENTO SOLO DESPUÉS DE LA EXPERIMENTACIÓN.